La realidad incomoda…

Por Ferchis

Hace unos días, el 10 de abril de 2025, en La Paz, Bolivia, se realizó una gran marcha del sector de trabajadores carniceros. Frente al Ministerio de Justicia, exigieron soluciones ante el incremento del costo de la “carne vacuna”, pidiendo además un alto a la exportación. Como forma de protesta, arrojaron restos de vacas —cuernos, orejas, pezuñas y sangre— y, según algunos reportes de activistas, amenazaron con faenar a una vaca en pleno centro de la ciudad.

Ante esta situación, grupos animalistas se acercaron a protestar y lograron evitar que se matara al animal. Esta situación es un claro ejemplo que permite reflexionar sobre dos puntos importantes: por un lado, la incomodidad que genera ver de frente la explotación animal, razón por la que elegimos no mirar; y por otro lado, la cosificación de los animales. Es el referente ausente del que habla Carol J. Adams: somos conscientes de la desconexión entre lo que comemos y el proceso que lo produce y por eso preferimos que todo ocurra detrás del matadero.

El episodio también evidencia la confusión y la falta de teorización por parte de ciertos sectores del movimiento “animalista”. El veganismo no puede ser un movimiento en el que “todo suma”. Si bien la intención de muchos activistas mostró una empatía honesta hacia el sufrimiento animal, el exigir una “muerte indolora” o que no se mate “en la calle”, sin cuestionar la práctica en sí, refuerza la cosificación de los animales. Es seguir viéndolos como objetos cuyo sufrimiento podemos negociar.

Los trabajadores de la industria cárnica tienen necesidades básicas y aunque sea necesario cuestionar su rol dentro del engranaje del matadero, es más fácil volcar la ira sobre ellos que enfrentar nuestro propio lugar como parte del sector que demanda. ¿Cuál es la diferencia entre quien asesina y quien consume?

Detrás de todo esto hay una industria poderosa, con intereses empresariales y políticos: normativas estatales de exportación, sectores ganaderos con poder económico y gobiernos que avalan este sistema. Como activistas, es necesario entender estas estructuras, si no, seguiremos reproduciendo discursos clasistas, racistas y avalando prácticas bienestaristas que no benefician en nada a los animales.

Los restos de animales lanzados frente al ministerio no solo fueron una forma de protesta, sino un símbolo: representan a los millones de animales asesinados en mataderos, industrias peleteras, laboratorios, etc. Son el reflejo de cómo tratamos a las especies animales, como si fueran cosas. No necesitamos reformas bienestaristas. Porque nunca va a existir una forma correcta de matar a alguien que quería vivir. Necesitamos la abolición de la explotación animal, por el respeto a las vidas animales.

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