Por Mónica Lino Romo. Médica General y Maestra en Salud Pública con terminal en Epidemiología.
El concepto de One Health (“Una sola salud”) propone que la salud humana, animal y la ambiental están interconectadas. Sin embargo, en la práctica este enfoque suele mantenerse bajo un paradigma antropocéntrico: se busca proteger la salud humana utilizando a las demás especies como medios, no como fines. Desde una visión antiespecista, es necesario replantear este marco y construir un enfoque realmente ético, donde todas las vidas sean consideradas por su valor intrínseco, no por su utilidad para los humanos.
En las escuelas de medicina y veterinaria se enseña One Health, pero muchas veces acompañado de un discurso bienestarista que legitima el uso de animales como recursos alimentarios, experimentales o de trabajo. Se estudian las zoonosis, pero se omite cuestionar las causas estructurales que las generan: la explotación industrializada de animales, la deforestación, el comercio de vida silvestre y la destrucción de hábitats naturales. No podemos hablar de salud global mientras perpetuamos los sistemas que producen enfermedad, sufrimiento y desequilibrio.
Desde la salud pública, el advenimiento de nuevas guías clínicas y nutricionales que promueven dietas basadas en plantas representa una oportunidad histórica. Al recomendar una alimentación sustentada en productos vegetales locales y de temporada, o la reducción drástica del consumo de alimentos de origen animal, se abre una grieta dentro del muro del especismo. Una grieta que puede expandirse hasta derrumbarlo, si comprendemos que estas recomendaciones no solo benefician la salud humana, sino que cuestionan el modelo de explotación que nos ha llevado a crisis sanitarias, ecológicas y morales.
En México, incluso el paquete garantizado de servicios del extinto Seguro Popular mencionaba la tenencia responsable de animales, lo que muestra que ya existían esfuerzos —aunque limitados— por integrar una visión más amplia de la salud. Retomar y profundizar esos principios desde el antiespecismo permitiría impulsar políticas públicas coherentes con el respeto a todas las formas de vida.
Estamos viendo las consecuencias de nuestras acciones: la aparición de nuevas zoonosis derivadas del desalojo de especies silvestres; la resistencia bacteriana que nace del uso indiscriminado de antibióticos en la ganadería; y los efectos devastadores del cambio climático, que afectan tanto a la salud humana como a la biodiversidad del planeta. El aumento de las temperaturas, la escasez de agua, las sequías y el deshielo de los polos alteran la cadena trófica, provocando la sobrepoblación de algunas especies que el ser humano etiqueta como “plagas” y extermina, perpetuando el ciclo de violencia hacia los animales y la naturaleza.
Desde el antiespecismo, One Health debe ir más allá del bienestar animal entendido como mera ausencia de sufrimiento. Debe transformarse en un compromiso ético que reconozca que cada vida importa, y que la salud de un ecosistema depende del respeto y la libertad de todos sus integrantes. Una salud realmente integral no puede construirse sobre el sacrificio o la explotación de otros seres.
El enfoque antiespecista también exige revisar la forma en que se produce conocimiento científico. La investigación biomédica sigue dependiendo de la experimentación animal, reproduciendo jerarquías de dominación que contradicen la idea de una salud compartida. Avanzar hacia métodos de investigación libres de explotación no solo es posible, sino urgente si aspiramos a una ciencia verdaderamente compasiva y coherente.
Por último, repensar One Health desde el antiespecismo implica entrelazarlo con la justicia social y ecológica. La ganadería industrial, la pesca intensiva y la expansión agropecuaria no solo destruyen ecosistemas y provocan sufrimiento animal, sino que también despojan territorios y perpetúan desigualdades. La salud no puede ser exclusiva de quienes tienen poder, recursos o privilegios: debe ser un bien común que abarque a todos los seres sintientes y al planeta que habitamos. Quizá sea momento de hablar no de One Health, sino de Shared Health: una salud compartida, sin jerarquías, donde sanar el planeta signifique también dejar de dañar a quienes lo habitan. Desde esta perspectiva, el antiespecismo no es solo una postura ética, sino una herramienta transformadora que nos invita a reconstruir nuestra relación con la vida, a partir de la empatía, la coherencia y la justicia inter-especie.

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