Denuncia vs. solapamiento en el movimiento antiespecista

21 diciembre 2025

Por: Fernanda Méndez, profesionista en Relaciones Internacionales con perspectiva de género, antiespecista y decolonial.

Con sororidad a todxs quienes han decidido no callar.

Lamentablente los casos de violencia de género dentro del movimiento antiespecista no son nuevos. Lo veíamos ya desde 2018, cuando en Estados Unidos se denunció públicamente, por abuso de poder y hostigamiento sexual, a tres hombres considerados sobresalientes activistas por los derechos de los animales. Estas denuncias desencadenaron rápidamente en las redes los movimientos #ARMeToo (Derechos Animales Yo También) y #TimesUpAR, (Se acabó el tiempo Derechos Animales). A través de estos se multiplicaron historias por parte de personas afectadas por el mismo tipo de abuso, en contextos de activismo antiespecista.

Tampoco es nuevo que se revictimice  a lxs afectadxs, desestimando sus experiencias y haciéndoles dudar de  alzar la voz, porque puede afectar a lxs animales, o porque las cosas de humanos no tienen que ver con ellxs, haciendo más duro aún el proceso de denuncia. La filósofa feminista antiespecista Catia Faria, sostiene que lo que resulta en graves prejuicios para la defensa de los animales, no es la denuncia de la violencia al interior del movimiento antiespecista, sino apoyar la misoginia en al interior de él sin ser conscientes de ello. 

De acuerdo al World Animal Foundation el 69% del movimiento antiespecista lo conformamos mujeres. A pesar de ser mayoría, aún es común ver lo que Faria denomina himphaty, es decir un “movimiento psicológico mediante el cual nos identificamos con el hombre (him) y simpatizamos de forma excesiva con él (…) convirtiendo progresivamente al perpetrador en víctima.” Por ejemplo, mediante este mecanismo, podemos no ver cuando un hombre activista antiespecista ejerce violencia misógina al interior de un grupo, pensando que esto no es posible porque él está deconstruído al haber renunciadoa su privilegio patriarcal y ser vegano. Al hacer esto, “alejamos el foco de quien ha sufrido, quitamos importancia al daño causado y relativizamos la dimensión real del problema”.

Por ello, es importante seguir derribando mitos naturalistas y esencialistas: No, no porque soy mujer soy más sensible, emocional y en mi naturaleza está el cuidado. Y no, el que seas hombre no te da derecho a ejercer opresión contra mí.

Desde la Red Veganas Antiespecistas reconocemos esta problemática y, en nuestra lucha integral por la liberación, abrazamos y apoyamos a quienes han decido alzar la voz, y a quienes tal vez lo estén atravesando en silencio. Les recordamos que no están solxs, que más de una de nosotrxs ha vivido violencias por razones de género en un espacio que debería haber sido  seguro, consciente y admirable. Reconocerlo y nombrarlo es el primer paso para comenzar a generar un cambio. No perdamos de vista que es el solapamiento, y no la denuncia, “lo que resulta, en última instancia, en graves perjuicios para la defensa de los animales”.

Esta reflexión está basada en el artículo de Catia Faria, “El silencio de las perras. La estructura política de la misoginia en el antiespecismo” y en el contexto de los acontecimientos recientemente ocurridos dentro del movimiento antiespecista en Ciudad de México, donde un grupo de voluntarixs organizadxs decidieron proceder en contra de las violencias cometidas hacia ellxs por parte del guardián de un Santuario Antiespecista.

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